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Cuidados

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La relación de cuidado se nutre de lo otro: del puro placer del cuidado que es su pura necesidad. Los cuidados son…
La relación de cuidado se nutre de lo otro: del puro placer del cuidado que es su pura necesidad.…

La relación de cuidado se nutre de lo otro: del puro placer del cuidado que es su pura necesidad. Los cuidados son la otra lógica paralela que convive con la lógica del mercado. No pueden tener contraprestación económica justa porque no se han constituido en ese plano. Tampoco pueden tener reconocimiento porque tampoco se han constituido en ese plano. No son universales, no han existido siempre ni en todas las culturas, ¿alguien ha hecho algún estudio sobre la genealogía de los cuidados?

Son el amor sostenido que se resiste a dejarse arrollar por el desorden. Son los que sostienen. ¿Cuál sería su figura en la antigüedad clásica? Aquí nos hablan de la importancia que da Sófocles a los cuidados en Antígona. Pero no creo tengan sólo, en absoluto, a la mujer como protagonista, tampoco sólo al niño o al viejo como objeto.

El cuidado es híbrido. Híbrido, porque es amor y exigencia (¡Cómete la carne! ¡Mástica! ¡Levanta, para que te limpie!). Porque es asimétrico por naturaleza (yo cuido, tú eres cuidado). Porque es de una exigencia extrema también para el que lo proporciona. Porque es el máximo amor y, también, el máximo poder de un ser sobre otro, que tiene la llave de sus fuentes de salud o de vida (de su aseo, de su alimentación).

Cuidado: reconocimiento dado a un ser vivo, a un organismo. Porque sé que habitas tu cuerpo, te cuido como cuerpo que eres. Porque sé que sientes, te cuido de esta manera y no de otra.

¡Busquemos ejemplos de cuidado en la literatura! La misión de Don Quijote es, en el fondo, cuidado; por eso, los caballeros andantes “son consustanciales con las damas y corren su misma suerte”;  y, enseguida, aparece en forma de putas que cuidan a Don Quijote. con esa humanidad cálida de de la que, como tradicionalmente se sabe, son depositarias. […] Y, así, se quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la más graciosa y estraña figura que se pudiera pensar; y al desarmarle, como él se imaginaba que aquellas traídas y llevadas que le desarmaban  eran algunas principales señoras y damas de aquel castillo, les dijo con mucho donaire:

—«Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera don Quijote
cuando de su aldea vino:
doncellas curaban dél;
princesas, del su rocino»

En la literatura infantil también existe el cuidado, en los cuentos de Grimm ejercido por quien no tiene pretensiones o ambiciones, por quien no instrumentaliza y es llamado el Simplón; en este caso, el cuidado de los animales: […] pero su hermano el Simple les dijo: -Dejad en paz a esos animales; no consentiré que les hagáis daño. La figura de Geppetto, un varón que ejerce un amoroso cuidado hacia su hijo de madera, es única en la historia de la literatura universal; tan peculiar es Geppetto, el tierno padre, como el propio Pinocho. Y con ternura lo cuida, le da las peras, intenta inculcarle las pautas que le pueden ayudar a sobrevivir. Porque el cuidado tiene que ser ternura a la vez.

Aparición del concepto. No han aparecido, como concepto nuclear, más que recientemente. A pesar de que han sido un elemento central en mi vida, nunca he reflexionado sobre los cuidados, que no aparecen en ningún sitio como relevantes: ni en la filosofía, ni en la literatura, ni en la psicología; si acaso, en esta última, como autocuidado en relación con la adquisición de hábitos, en alguna escala de alguna prueba; poco más.

Niveles de cuidado. Tienen que ser “cuidados”, en plural, porque, por definición, son conjuntos de acciones que tienen el objetivo de mantener o restituir las cosas a su estado óptimo; se realizan en cadena, requieren tesón y paciencia, y son fundamentalmente físicos: el cuidado del bebé, del enfermo, del anciano, del herido. Muchas veces, en su versión más básica, tienen que ver con los fluidos corporales: con enjugar las lágrimas, con curar las heridas, con sonar los mocos o limpiar las heces.  A pesar de que no tienen valor de mercado, se buscan y se valoran de forma innominada. Y así, mientras la juventud puede buscar diferentes cosas, conforme los sujetos se adentran en su vida buscan, cada vez más, a los que les dan cuidados. En su forma menos básica, los cuidados son pequeños servicios, atención paciente, escucha, comodidad, previsibilidad, rutinas agradables. El cuidado es promesa de felicidad.

Cuidados como concepto nuclear. Aparecen los cuidados en mi vida, y me alegro de encontrármelos como concepto nuclear. Tienen que ver con un concepto básico que se está desarrollando enormemente, la crisis de la reproducción social.

Cuidado del cuerpo y de la salud. Opino que el cuidado tiene que ver con la moderacón, frente a la sobrecarga académica o la sobrecarga laboral. Existe el maltrato laboral como existe el maltrato docente, por negligencia como por exceso. Existe (y se da cada vez más) la exigencia académica excesiva, desmesurada, cortada a medida del que accede con conocimientos previos. El cuidado es, por definición, cuidado físico, y el trabajo excesivo supone hacer violencia. La violencia puede ser debida al excesivo trabajo físico tanto como al excesivo trabajo intelectual.

El magisterio como cuidado. En la medida en que, cuando tiene lugar la institucionalización de la enseñanza, las funciones asistencial y educativa se confunden, la devaluación crónica del magisterio tiene que ver con la falta de valoración del cuidado. Ahí no entran la ciencia ni el dinero más que tangencialmente;  en el diseño conjunto, pero no en los detalles. El día a día queda inmerso en la nube innominada e indefinida de los cuidados.

Cuidado académico en el entorno online. El entorno online debería cuidar más el cuidado.  El cuidado pasa por unos límites, y sólo se puede producir dentro de esos límites; límites no entendidos como “normas”, sino como barreras. El entorno online tiene que construirse con barreras de acceso para que sus usuarios puedan moverse con más libertad, y no coartados. En caso contrario, la situación es como la de la performance de Marina Abramovic: se dejan a mano de los usuarios múltiples herramientas y se les censura si las usan. Por tal motivo, creo que hay que arbitrar cantidades en el entorno online (números, números de intervenciones en foros, números de correos) para poder establecer el marco del cuidado mutuo, así como espacios donde se pueda interactuar sin reglas.

Artículo subrayado, de Herminia González Torralbo Construyendo genealogía desde los cuidados. A través de este artículo, me informo de que los cuidados están siendo objeto de consideración por el feminismo desde hace mucho tiempo, y ahora, debido a la “crisis reproductiva”, imagino que por parte de muchas más áreas de estudio.

Retribución moral del cuidado. Por otra parte, yo creo que la naturalización del cuidado y la pretensión de que sea retribuido moralmente es lo que legitima el statu quo patriarcal. Pero, por lo que estoy viendo, esto tiene que cambiar urgentemente, al quedar descuidadas, en los últimos tiempos, tantas áreas. Por fin entiendo por qué hice este comentario a La vuelta de Nora: es la crucial, importantísima falta que hacen los cuidados, el vacío dramático para todos, para la propia Tierra, que dejan esos pequeños gestos que la sostenían…

Empezar desde el cuidado. Si algo ha sido central en mi vida, esto han sido los cuidados. Me he pasado la vida cuidando y cuidando, en el espacio público y en el privado, a niños, a mayores y a enfermos, e incluso en mis relaciones con los hombres, el tinte fundamental ha sido una situación de carencia por su parte que yo compensaba con mis cuidados. Cuando no he cuidado, ha sido porque yo misma estaba recibiendo cuidados. De modo que creo que, a pesar de que estoy agotada (porque ahora cuido otras cosas), voy a empezar desde aquí, desde el cuidado, a ordenarlo todo.

Lo que no son los cuidados. Cuidado no es el trato amable, cuidado no es el flattering, cuidado no es la caña (como he visto que algunas hacen) ni el trabajo de relaciones públicas, cuidado no es crear lazos (instrumentales) ni establecer relaciones (sexuales), cuidado no es hacer y devolver favores ni lo que describe González Torralbo en el artículo que he resumido. Cuidado no es la microideología de la pandilla, cuidado no es compartir ideas ni prestarse cosas ni formar equipo. El cuidado es asimétrico por definición.

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Invisibilidad del hombre en el espacio privado

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Invisibilidad del hombre en el espacio privado

Aquí se plantea la desigualdad desde una situación en la que la mujer NO trabaja todavía, y la invisibilidad del hombre en…
Aquí se plantea la desigualdad desde una situación en la que la mujer NO trabaja todavía, y la invisibilidad…

Aquí se plantea la desigualdad desde una situación en la que la mujer NO trabaja todavía, y la invisibilidad del hombre en el espacio privado como agente racional del mismo, teniendo en cuenta que, en ocasiones, quiere hacer valer su poder en este espacio de las peores maneras.

Creo que mientras no se mercantilice totalmente el trabajo doméstico y de cuidado, la desigualdad va a permanecer, Es un enfoque muy radical, pero basado en mi experiencia. El hombre tiene todas las de ganar como tal en la situación en la que la mujer no trabaja. Coste: compensado de inmediato en su vida pública por la retribución material, el reconocimiento, la inserción en redes… Ganancia: siempre gana, en la vida pública por dicha retribución y en la privada porque es el propietario de la familia, está exento de obligaciones de realizar las tareas no remuneradas y se hace cargo sólo de los éxitos. La mujer que no trabaja no recibe compensaciones públicas y, en el ámbito privado, no recibe retribución y sólo es responsable de los fracasos (porque es ella quien ha llevado la iniciativa).

Cuando la mujer trabaja, el gran handicap es que el imaginario sigue siendo el mismo (los mismos referentes, las mismas compensaciones etc.). Las compensaciones en lo público son menores, la exigencia de productividad en lo privado (los cuidados) es exactamente la misma pero la calidad de los cuidados empeora (por sobresaturación de trabajo). Por tanto, las compensaciones siguen siendo mucho menores que las del hombre.

Algunas consecuencias de lo anterior:

  • La negligencia y el autoritarismo y la violencia son las dos caras de la misma moneda.
  • El hombre frustrado en lo público que tampoco tiene poder en lo privado quiere acceder a este último mediante la violencia.
  • La atribución del “fracaso” de la familia a la mujer es la que propicia su posición de víctima.
  • La negligencia del hombre en lo privado se convierte en invisibilidad (invisibilidad por negligencia)
  • Como todo lo demás, el cuerpo de la mujer es sólo un bien para su uso y disfrute.
  • El interesado en que no prospere la cuestión LGTB tiene que ser el hombre, que es el único que se beneficia de la familia patriarcal.
  • La mujer que se instaura en esta estructura es tan patriarcal como el hombre.
  • La tendencia del hombre a realizar atribuciones externas (eximirse de responsabilidades en la esfera pública) es alimentada por la carencia de responsabilidad en la esfera privada.
  • La sociedad patriarcal alivia al hombre de toda responsabilidad: en lo público, porque siempre es o compartida o de otros, y en lo privado, porque la mujer es responsable del fracaso pero él, como propietario, es responsable sólo de los éxitos.
  • Para el hombre, la familia es un atributo más para su ego; para la mujer, su validación existencial.
  • Mientras un trabajo no tenga un valor de cambio, en el regimen económico que tenemos, dicho trabajo no se valorará. Y aquí tenemos el hecho constatado del carácter decisivo de los dos o tres primeros años de desarrollo del ser humano, y, sin embargo, la escasa cualificación de los que se hacen cargo de la atención a la infancia en ese tramo: prevalece la noción patriarcal de que el cuidado es algo sin valor.
  • Mientras, simbólicamente, la mujer y la familia sean propiedad del hombre, le den estatus o lo posicionen, es imposible la emancipación de la mujer, por lo que cuando los medios ensalzan los valores familiares están haciendo flaco favor a dicha emancipación.
  • Si hubiera una promoción seria de la adopción por parte de cualesquiera personas, varones solos, mujeres solas etc., dicha medida favorecería la emancipación más que muchas otras al crear referentes que serían válidos para los hombres en el ámbito privado, al responsabilizarles del cuidado, al hacerles responsables de los fracasos.
  • La lucha contra las retribuciones simbólicas de la maternidad es una lucha profundamente feminista, la lucha feminista por excelencia: la lucha contra las ideas sobre la buena madre, por ejemplo, que son el contenido de mailings de marketing muy agresivos; la promoción de valores de autorrenuncia de la madre en cualquier tipo de lenguaje audiovisual; en general, la idea de la madre ideológicamente construida, potente y cuyo abordaje crítico no se hace en nuestra sociedad.
  • La lucha contra las retribuciones morales del trabajo no retribuido en el entorno familiar es una lucha pendiente.
  • La mayoría de los referentes femeninos que tenemos son referentes de esclavas. Referentes de mujeres que se autolaceran porque se hacen responsables de fracasos personales que han tenido lugar en la esfera privada que ellas sienten que es su responsabilidad. Referentes de mujeres que restringen su campo de acción porque, en la esfera privada, no hay horarios y las tareas son imprevisibles. Carencia de referentes. El referente femenino como heroína de abnegación.
  • La mujer no se puede emancipar mientras tenga sobre sí el peso de lo que puede ser negligir el cuidado: porque negligir el cuidado es hacer daño en el aquí y ahora a un ser al que el cuidado te vincula aquí y ahora, por tanto sólo se podría negligir el cuidado profesionalizando el cuidado y dándole un valor de cambio.
  • Por último:
      • el hombre está ausente del lugar donde la responsabilidad es concreta e inmediata, y por tanto no se hace responsable.
      • el hombre no es interrumpido por el devenir azaroso de los acontecimientos que tienen lugar en el ámbito del cuidado.
      • el hombre se dedica intensamente a actividades de provecho, reconocidas en la esfera de lo público, y ni siquiera ve más allá.
      • en lo público, siempre el culpable es el otro. Por tanto, no es habitual que el hombre asuma fracasos.
      • invisible por inexistente en los avatares de lo privado, el hombre no ve diversas constelaciones de hechos que habría que tener en cuenta para garantizarnos a todos el buen camino en el direccionamiento de lo público. (Por ejemplo, no acaba de entender los problemas con la comida. No se hace consciente del problema de los desechos. No ve cómo la violencia se instaura en la educación de los niños. No sabe la relación del niño con lo digital. Desconoce la sexualidad femenina y, por tanto, la suya propia y la sexualidad en general. No se hace consciente de problema que representa la excesiva higiene. No es capaz de comunicar, se vuelve progresivamente cerrado, dogmático etc.) mientras tanto, y para responder a la pregunta que se planteaba sobre la inexistencia de genios femeninos en la historia del arte…

    ¿Quién puede decir que hay un caldo de cultivo, no ya para la genialidad, ni siquiera para la felicidad, en este panorama asfixiante que hemos vivido y que seguimos, en buena parte, viviendo? Porque, no olvidemos, todas nuestras profesoras mujeres, científicas, artistas… primero llegan lejos, y después se enfrentan al cuidado y naufragan entre vacilaciones, dificultades y culpa. Da igual hasta dónde las hagamos llegar: al final del camino, a todas nos sigue esperando esa trampa mortal.

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La historia modernista del arte como ladrillo y pegotes

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La historia modernista del arte como ladrillo y pegotes

Bischofberger U (2025) El hombre como mimado social. Enfoque marxista. (Collage digital) Griselda Pollock (1988) “Intervenciones feministas en las historias del arte.…
Bischofberger U (2025) El hombre como mimado social. Enfoque marxista. (Collage digital) Griselda Pollock (1988) “Intervenciones feministas en las…

Bischofberger U (2025) El hombre como mimado social. Enfoque marxista. (Collage digital)

Griselda Pollock (1988) “Intervenciones feministas en las historias del arte. Una introducción”. En  Visión y diferencia: feminismo, feminidad e historias del arte, Buenos Aires: Fiordo. Lectura, esencial, imprescindible para cualquier persona comprometida no ya con las causas de la mujer y el arte, sino con la de la justicia. Lectura a partir de la cual se producen en mí varios movimientos que señalo a continuación.

Agradecer.  Agradecer a quienes han diseñado el Grado en Artes la oportunidad de aproximarme al arte desde una perspectiva tan alejada de la historia modernista del arte, cuyo enfoque describe Griselda Pollock y caricaturizo en el dibujo que pongo en esta entrada. El Grado en Artes de la UOC me vincula, me ata, lo cual, como digo, agradezco.

Entender el sentido de las causas “particulares”. Por fin he entendido que las causas que yo consideraba “particulares” en realidad son maneras potentes de cuestionar la totalidad.

Aproximación al arte contemporáneo. Tuve la paciencia de leer la Historia social de la literatura y el arte, de Arnold Hauser. En aquella época (adolescencia), iba tirando de referentes a partir de las propias lecturas, y en ese sentido me fue un libro muy útil. Pero también obraba “a pegotes”, yuxtaponiendo. Ahora me aproximaré a las artistas a las que Griselda Pollock presta más atención, por lo que se me abre un camino importante.

Varias citas que me han resultado reseñables

Esto me parece especialmente procedente para analizar la difusión de determinadas ideologías a través, por ejemplo, de las redes sociales.

 

 

 

 

 

 

 

 

Tareas pendientes: 

Revisar el concepto de creación del sujeto de una necesidad, concepto crucial.

Brillantísimos pasajes que quiero revisar aquí. Además, por lo que acabo de ver, bien explicados… y mejor que El Capital. Mi historia fue que me compré El Capital, y me leía el primer tomo, donde aborda los conceptos de valor de uso y valor de cambio,  tumbada en la cama boca abajo y boca arriba, dando vueltas, porque eran pesadísimos, hasta que un macho de izquierdas, amigo de mi madre, vino un día y me dijo: “pero cómo lees eso… eso es mucho para ti”. Entonces me pareció difícil y lo dejé… Eran unos libros blanco y rojo, de buen papel… Lo cuento porque es una página de la historia de la cultura (de la mía). Aquel macho de izquierdas que le quitó El Capital de las manos a la adolescente. Este fue mi historial con El Capital, pero me leí a fondo (y comenté) las Tesis sobre Feuerbach, después me fui a Ibiza con mis compis de la facultad y allí se me enganchó el jersey en la bici en una cuesta abajo en la que iba disparada y me caí de boca, me rompí ocho dientes y me desmayé.

Retomar a Raymond Williams.

Me compré el libro y no pude seguir. De todos modos, lo estaba leyendo mientras viví en un piso compartido un verano en el que me asfixiaba literalmente en aquella habitación con la que cuidaba señoras, que amenazaba a la de la habitación contigua con un cuchillo, por cierto. Compartía en una de las múltiples escaramuzas que tuve que abordar para sanear la economía (porque el gran macho de espalda plateada de turno se escaqueaba de sus obligaciones para variar) e hice lo que buenamente pude aquel verano, con un spray de agua y un ventilador pequeño y duchas… hasta que se me rompió el termómetro, un termómetro de los antiguos, y me tuve que ir por miedo al mercurio, momento en el que me acogí a un parentesco que no funcionó y después al trastero. De modo que esa fue mi historia intelectual con el libro de Raymond Williams, y aquel el fin de mi trayectoria con él. Y estos son los avatares de las vidas que nunca salen en los libros, las historias en las que ocurre al revés que en la Historia, porque los invisibles son los hombres, pero no por invisibilizados sino por negligentes.

Si hubiera sido hombre, me hubiera hinchado literalmente a mesa de despacho (porque se me hace la boca agua sólo de pensar en leer uno de los libros que me gustan) y ahora sería una perfecta imbécil desvinculada (¡perdonadme, hombres!), moviéndome en grandes bloques abstractos y con cajones y cajones de referentes y fichas estructuradas a la perfección. ¡Gracias, Dios mío, por haberme hecho mujer! ¡Oh hombre! Ser sobreprotegido por tu sociedad, ¡Qué mimado estás! Eres un mimado social.

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