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Invisibilidad del hombre en el espacio privado

Aquí se plantea la desigualdad desde una situación en la que la mujer NO trabaja todavía, y la invisibilidad del hombre en el espacio privado como agente racional del mismo, teniendo en cuenta que, en ocasiones, quiere hacer valer su poder en este espacio de las peores maneras.

Creo que mientras no se mercantilice totalmente el trabajo doméstico y de cuidado, la desigualdad va a permanecer, Es un enfoque muy radical, pero basado en mi experiencia. El hombre tiene todas las de ganar como tal en la situación en la que la mujer no trabaja. Coste: compensado de inmediato en su vida pública por la retribución material, el reconocimiento, la inserción en redes… Ganancia: siempre gana, en la vida pública por dicha retribución y en la privada porque es el propietario de la familia, está exento de obligaciones de realizar las tareas no remuneradas y se hace cargo sólo de los éxitos. La mujer que no trabaja no recibe compensaciones públicas y, en el ámbito privado, no recibe retribución y sólo es responsable de los fracasos (porque es ella quien ha llevado la iniciativa).

Cuando la mujer trabaja, el gran handicap es que el imaginario sigue siendo el mismo (los mismos referentes, las mismas compensaciones etc.). Las compensaciones en lo público son menores, la exigencia de productividad en lo privado (los cuidados) es exactamente la misma pero la calidad de los cuidados empeora (por sobresaturación de trabajo). Por tanto, las compensaciones siguen siendo mucho menores que las del hombre.

Algunas consecuencias de lo anterior:

  • La negligencia y el autoritarismo y la violencia son las dos caras de la misma moneda.
  • El hombre frustrado en lo público que tampoco tiene poder en lo privado quiere acceder a este último mediante la violencia.
  • La atribución del “fracaso” de la familia a la mujer es la que propicia su posición de víctima.
  • La negligencia del hombre en lo privado se convierte en invisibilidad (invisibilidad por negligencia)
  • Como todo lo demás, el cuerpo de la mujer es sólo un bien para su uso y disfrute.
  • El interesado en que no prospere la cuestión LGTB tiene que ser el hombre, que es el único que se beneficia de la familia patriarcal.
  • La mujer que se instaura en esta estructura es tan patriarcal como el hombre.
  • La tendencia del hombre a realizar atribuciones externas (eximirse de responsabilidades en la esfera pública) es alimentada por la carencia de responsabilidad en la esfera privada.
  • La sociedad patriarcal alivia al hombre de toda responsabilidad: en lo público, porque siempre es o compartida o de otros, y en lo privado, porque la mujer es responsable del fracaso pero él, como propietario, es responsable sólo de los éxitos.
  • Para el hombre, la familia es un atributo más para su ego; para la mujer, su validación existencial.
  • Mientras un trabajo no tenga un valor de cambio, en el regimen económico que tenemos, dicho trabajo no se valorará. Y aquí tenemos el hecho constatado del carácter decisivo de los dos o tres primeros años de desarrollo del ser humano, y, sin embargo, la escasa cualificación de los que se hacen cargo de la atención a la infancia en ese tramo: prevalece la noción patriarcal de que el cuidado es algo sin valor.
  • Mientras, simbólicamente, la mujer y la familia sean propiedad del hombre, le den estatus o lo posicionen, es imposible la emancipación de la mujer, por lo que cuando los medios ensalzan los valores familiares están haciendo flaco favor a dicha emancipación.
  • Si hubiera una promoción seria de la adopción por parte de cualesquiera personas, varones solos, mujeres solas etc., dicha medida favorecería la emancipación más que muchas otras al crear referentes que serían válidos para los hombres en el ámbito privado, al responsabilizarles del cuidado, al hacerles responsables de los fracasos.
  • La lucha contra las retribuciones simbólicas de la maternidad es una lucha profundamente feminista, la lucha feminista por excelencia: la lucha contra las ideas sobre la buena madre, por ejemplo, que son el contenido de mailings de marketing muy agresivos; la promoción de valores de autorrenuncia de la madre en cualquier tipo de lenguaje audiovisual; en general, la idea de la madre ideológicamente construida, potente y cuyo abordaje crítico no se hace en nuestra sociedad.
  • La lucha contra las retribuciones morales del trabajo no retribuido en el entorno familiar es una lucha pendiente.
  • La mayoría de los referentes femeninos que tenemos son referentes de esclavas. Referentes de mujeres que se autolaceran porque se hacen responsables de fracasos personales que han tenido lugar en la esfera privada que ellas sienten que es su responsabilidad. Referentes de mujeres que restringen su campo de acción porque, en la esfera privada, no hay horarios y las tareas son imprevisibles. Carencia de referentes. El referente femenino como heroína de abnegación.
  • La mujer no se puede emancipar mientras tenga sobre sí el peso de lo que puede ser negligir el cuidado: porque negligir el cuidado es hacer daño en el aquí y ahora a un ser al que el cuidado te vincula aquí y ahora, por tanto sólo se podría negligir el cuidado profesionalizando el cuidado y dándole un valor de cambio.
  • Por último:
      • el hombre está ausente del lugar donde la responsabilidad es concreta e inmediata, y por tanto no se hace responsable.
      • el hombre no es interrumpido por el devenir azaroso de los acontecimientos que tienen lugar en el ámbito del cuidado.
      • el hombre se dedica intensamente a actividades de provecho, reconocidas en la esfera de lo público, y ni siquiera ve más allá.
      • en lo público, siempre el culpable es el otro. Por tanto, no es habitual que el hombre asuma fracasos.
      • invisible por inexistente en los avatares de lo privado, el hombre no ve diversas constelaciones de hechos que habría que tener en cuenta para garantizarnos a todos el buen camino en el direccionamiento de lo público. (Por ejemplo, no acaba de entender los problemas con la comida. No se hace consciente del problema de los desechos. No ve cómo la violencia se instaura en la educación de los niños. No sabe la relación del niño con lo digital. Desconoce la sexualidad femenina y, por tanto, la suya propia y la sexualidad en general. No se hace consciente de problema que representa la excesiva higiene. No es capaz de comunicar, se vuelve progresivamente cerrado, dogmático etc.) mientras tanto, y para responder a la pregunta que se planteaba sobre la inexistencia de genios femeninos en la historia del arte…

    ¿Quién puede decir que hay un caldo de cultivo, no ya para la genialidad, ni siquiera para la felicidad, en este panorama asfixiante que hemos vivido y que seguimos, en buena parte, viviendo? Porque, no olvidemos, todas nuestras profesoras mujeres, científicas, artistas… primero llegan lejos, y después se enfrentan al cuidado y naufragan entre vacilaciones, dificultades y culpa. Da igual hasta dónde las hagamos llegar: al final del camino, a todas nos sigue esperando esa trampa mortal.

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