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La historia modernista del arte como ladrillo y pegotes

Bischofberger U (2025) El hombre como mimado social. Enfoque marxista. (Collage digital)

Griselda Pollock (1988) “Intervenciones feministas en las historias del arte. Una introducción”. En  Visión y diferencia: feminismo, feminidad e historias del arte, Buenos Aires: Fiordo. Lectura, esencial, imprescindible para cualquier persona comprometida no ya con las causas de la mujer y el arte, sino con la de la justicia. Lectura a partir de la cual se producen en mí varios movimientos que señalo a continuación.

Agradecer.  Agradecer a quienes han diseñado el Grado en Artes la oportunidad de aproximarme al arte desde una perspectiva tan alejada de la historia modernista del arte, cuyo enfoque describe Griselda Pollock y caricaturizo en el dibujo que pongo en esta entrada. El Grado en Artes de la UOC me vincula, me ata, lo cual, como digo, agradezco.

Entender el sentido de las causas “particulares”. Por fin he entendido que las causas que yo consideraba “particulares” en realidad son maneras potentes de cuestionar la totalidad.

Aproximación al arte contemporáneo. Tuve la paciencia de leer la Historia social de la literatura y el arte, de Arnold Hauser. En aquella época (adolescencia), iba tirando de referentes a partir de las propias lecturas, y en ese sentido me fue un libro muy útil. Pero también obraba “a pegotes”, yuxtaponiendo. Ahora me aproximaré a las artistas a las que Griselda Pollock presta más atención, por lo que se me abre un camino importante.

Varias citas que me han resultado reseñables

Esto me parece especialmente procedente para analizar la difusión de determinadas ideologías a través, por ejemplo, de las redes sociales.

 

 

 

 

 

 

 

 

Tareas pendientes: 

Revisar el concepto de creación del sujeto de una necesidad, concepto crucial.

Brillantísimos pasajes que quiero revisar aquí. Además, por lo que acabo de ver, bien explicados… y mejor que El Capital. Mi historia fue que me compré El Capital, y me leía el primer tomo, donde aborda los conceptos de valor de uso y valor de cambio,  tumbada en la cama boca abajo y boca arriba, dando vueltas, porque eran pesadísimos, hasta que un macho de izquierdas, amigo de mi madre, vino un día y me dijo: “pero cómo lees eso… eso es mucho para ti”. Entonces me pareció difícil y lo dejé… Eran unos libros blanco y rojo, de buen papel… Lo cuento porque es una página de la historia de la cultura (de la mía). Aquel macho de izquierdas que le quitó El Capital de las manos a la adolescente. Este fue mi historial con El Capital, pero me leí a fondo (y comenté) las Tesis sobre Feuerbach, después me fui a Ibiza con mis compis de la facultad y allí se me enganchó el jersey en la bici en una cuesta abajo en la que iba disparada y me caí de boca, me rompí ocho dientes y me desmayé.

Retomar a Raymond Williams.

Me compré el libro y no pude seguir. De todos modos, lo estaba leyendo mientras viví en un piso compartido un verano en el que me asfixiaba literalmente en aquella habitación con la que cuidaba señoras, que amenazaba a la de la habitación contigua con un cuchillo, por cierto. Compartía en una de las múltiples escaramuzas que tuve que abordar para sanear la economía (porque el gran macho de espalda plateada de turno se escaqueaba de sus obligaciones para variar) e hice lo que buenamente pude aquel verano, con un spray de agua y un ventilador pequeño y duchas… hasta que se me rompió el termómetro, un termómetro de los antiguos, y me tuve que ir por miedo al mercurio, momento en el que me acogí a un parentesco que no funcionó y después al trastero. De modo que esa fue mi historia intelectual con el libro de Raymond Williams, y aquel el fin de mi trayectoria con él. Y estos son los avatares de las vidas que nunca salen en los libros, las historias en las que ocurre al revés que en la Historia, porque los invisibles son los hombres, pero no por invisibilizados sino por negligentes.

Si hubiera sido hombre, me hubiera hinchado literalmente a mesa de despacho (porque se me hace la boca agua sólo de pensar en leer uno de los libros que me gustan) y ahora sería una perfecta imbécil desvinculada (¡perdonadme, hombres!), moviéndome en grandes bloques abstractos y con cajones y cajones de referentes y fichas estructuradas a la perfección. ¡Gracias, Dios mío, por haberme hecho mujer! ¡Oh hombre! Ser sobreprotegido por tu sociedad, ¡Qué mimado estás! Eres un mimado social.

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